Menudo conciertazo se pegaron el martes los Rammstein. Hoy ya soy capaz de mantenerme consciente más de dos horas seguidas, ayer la resaca me mató, literalmente (me echaba a dormir una hora cada dos horas, no podía ni vivir).
Llegamos al palacio de los deportes, maravilla que me queda a tiro piedra de mi casa, sobre las 3 de la tarde, con una cola del copón que no hacía más que crecer y crecer. 15.100 personas, qué quieres. A las 8 de la tarde abrieron las puertas y muy a mi pesar, nos sentamos en las gradas. Si yo soy consciente de que abajo se iba a convertir en el puto infierno, y eso de estar en primera fila se acabó, ya tengo una edad en la que si alguien me empuja le muerdo... así que no, primera fila no era una opción.
Los teloneros me sorprendieron gratamente, http://www.combichrist.com para hacerse una idea, y el segundo fallo de las gradas (el primero era que estábamos a tomar por culo) era que yo tenía unas ganas de bailar tremendas, y todos estábamos sentaditos en nuestros asientos, disfrutando plácidamente de la melodía. Y un webo. Ahí me iba a estar yo quieta, con ese musicote digno del dark hole a toda pastilla.
Por fin empezaron los Rammstein y bueno... pues qué voy a decir. Canción tras canción tenía los pelos tan de punta que casi se me salen de la piel, tocaron mil del nuevo disco, que aunque la gira era de presentación del susodicho, y está muuuy requetebién, se dejaron temazos de los anteriores que deberían haber tocado (Mein Herzt brennt, Mein Teil....).
Poco fuego esta vez pero sí una currada escenografía, cuando se abre el telón y aparece un muro en el que van abriendo un agujero con un pico para salir y empezar, o convertir el escenario en un salón, sólo con la iluminación y una lámpara de pie. Bueno, y niños muertos colgados del techo que luego explotaron.
Aunque la sensación no ha sido la misma que la de hace 5 años (y jamás lo será), me he vuelto a churruscar el alma, y quizá resurja de sus cenizas.